domingo, 27 de octubre de 2013

CARAVAGGIO: SU MUERTE. LOS ÚLTIMOS CUADROS


            Sería pretencioso por mi parte decir “Esto es lo que ocurrió” como dice algún biógrafo moderno. Mucho se ha escrito sobre el último viaje de Caravaggio que le llevó a la muerte y no me extrañaría que se escriba más todavía.
            Lo que yo creo que sucedió (a fecha de hoy, quede bien claro), es el resultado de la documentación a la que he tenido acceso y a una amplia reflexión. En los huecos que los documentos dejan, que son muchos, empiezan necesariamente las deducciones, las hipótesis y la imaginación. Dejaré constancia de las dudas que me suscitan algunas posibilidades de la, digamos, versión oficial, que se da como cierta.
Por otra parte, el hecho de que existan varias teorías conspirativas sobre la muerte de Caravaggio, demuestra hasta que punto la imaginación toma protagonismo; pero yo no me voy a hacer eco de esas teorías conspirativas, porque sencillamente no las puedo sostener. Son intelectualmente atractivas, pero probablemente inverosímiles.
            Como no podía ser de otra manera, una controversia se suscita acerca de los cuadros  que llevaba Caravaggio en su último viaje. Incidiré un poco más sobre esto; pues son sus pinturas lo que más nos interesa, lo que nos legó su arte.
            Si repasamos la entrada en el blog de fecha 28 de abril de 2.013, observamos que tras la paliza en las inmediaciones de la Osteria del Cerriglio (Nápoles), Caravaggio quedó herido, sin que sepamos el alcance real de sus lesiones, aunque nos imaginamos que fueron graves, porque incluso algunos lo dieron hasta por muerto; sin embargo, creo que no pasó mucho tiempo sin que volviera a pintar, y lo hiciera mejor o peor,  su objetivo principal era la vuelta a Roma con cuadros como pago o agradecimiento por el perdón por la muerte de Ranuccio Tomasoni (véase entrada de fecha 28 de enero de 2.011). El tiempo que media entre dicha paliza, octubre de 1.609, y más o menos el día 10 del mes de julio de 1.610 en que Caravaggio parte hacia su fatal destino, debió estar ocupado principalmente en recuperarse físicamente lo más posible, teniendo en cuenta que además de la paliza y sus heridas, puede que tuviera una enfermedad crónica, véase entrada en este blog 19 de febrero de 2.012, e incluso otra u otras sobrevenidas. Debió pintar y quizá retocar los cuadros que pensaba llevar en el viaje, -también es posible que los hubiera pintado antes y guardado para la ocasión-. Suponemos que estaría mentalmente  muy pendiente de  toda la mensajería con sus amigos y contactos en Roma para la vuelta con éxito, y por último, con los preparativos del propio viaje: alquiler o pasaje del barco, equipaje y embalaje de los cuadros, y transporte a puerto. Todo ello, supongo, con cierta o bastante discreción, pues no olvidemos que tenía peligrosos enemigos, y no pocos.

Aspecto que debía ofrecer Caravaggio en esa época en el supuesto autorretrato como Goliat

            Dos son los biógrafos principales más cercanos al tiempo que vivió Caravaggio, y sobre los que ya hemos hablado bastantes veces en este blog: Giovanni Baglione y Giovanni Pietro Bellori. Ambos dejaron breve constancia escrita de la muerte de Caravaggio, pero de los dos, sólo Baglione fue estrictamente contemporáneo y lo conoció personalmente; Bellori escribió bastantes años después de la muerte de Caravaggio.
                        Dicho esto vamos por partes. ¿Cuál era el objeto del viaje de regreso a Roma? El objetivo era la vuelta a casa, al lugar donde era muy conocido, famoso, donde estaban sus “amigos”, apoyos, donde quizá contaba que podía curarse. Para todo eso, previamente, debía obtener el perdón del Papa Pablo V . En esto último hay un poco de confusión en los textos pues unos dicen que volvía porque ya había obtenido el perdón del Papa, y otros que precisamente iba a obtener el necesario perdón.
            Baglione nos indica que “….para venirse a Roma, fiando en la palabra del cardenal Gonzaga que gestionaba su perdón con el pontífice Pablo V.” pero Bellori confunde un poco el asunto porque dice “…para dirigirse a Roma, pues gracias a la intercesión del cardenal Gonzaga había conseguido el perdón del Papa.”

El Cardenal Ferdinando Gonzaga supuesto primer mediador de relevancia para el regreso de Caravaggio a Roma. El Cardenal pocos años después abandonaría el clero.

            Baglione era una persona bastante religiosa y conocedora de lo que sucedía en la curia romana, y debemos dar en este caso prioridad a su testimonio, porque al margen de que vivió aquellos momentos, (no olvidemos que Caravaggio, junto con otros, fue denunciado por Baglione en un proceso por injurias), el que regresara o no a Roma, presumo que no le era indiferente. El perdón por tanto, no estaba concedido formalmente, estaba apalabrado, estaba gestionado, estaba garantizado (igualmente de acuerdo con la interpretación de la biógrafa H. Langdon), pero no oficialmente concedido. Las gestiones al más alto nivel ante el Papa las había llevado a cabo el Cardenal Ferdinando Gonzaga con la intercesión definitiva y más cercana del cardenal Scipione Borghese para convencer al Papa Pablo V. Resulta, que el cardenal Scipione Borghese era sobrino del Papa Pablo V, que casualmente se llamaba Camilo Borghese  –cosas de la época, ustedes ya me entienden-. Al parecer el perdón oficial del Papa es confirmado bastantes días después de la muerte de Caravaggio, cuando todos sabían que había muerto, digamos a título póstumo porque un “avviso” de 31 de julio indica que Caravaggio “…venia a Roma por el indulto que allí le había hecho su santidad de la pena capital”, aunque creo que el contenido de este aviso no es del todo exacto, de hecho y por el momento no se ha encontrado más documentos que lo avalen. Otro dato muy importante para no perder de vista: el cardenal Scipione Borghese era un ávido coleccionista de arte. Pero volvamos al asunto principal.

El Cardenal Scipione Borghese en cuadro de Ottavio Leoni fue el segundo mediador de relevancia ante el Papa Pablo V, para obtener el perdón de Caravaggio.

            Nos preguntamos ¿Cuál fue el modo de viajar, y el destino concreto del viaje de vuelta a Roma?
El modo era por mar; la forma más segura ante controles y asaltos, convenía poner al mejor recaudo el preciado cargamento: los cuadros. En el barco en el que regresa Caravaggio es muy posible que nuestro protagonista no fuera el único pasajero, ni sus cuadros el único cargamento, porque lo adelantamos ya: Caravaggio no se dirigía al lugar donde murió, que fue Porto Ercole, sino a un sitio lógicamente más cercano a Roma probablemente a Civitavechia o quizá  a la localidad de Palo (hoy Ladispoli) todavía más cercana a Roma. No resulta por tanto, tan desacertado que Mancini –coleccionista, médico, y uno de los pocos que escribieron sobre Caravaggio habiéndolo conocido; como digo escribiera que: “salió con la esperanza de ser perdonado y fue a Civita Vechia”, lo que por cierto redunda en que Caravaggio no había sido perdonado todavía oficialmente; no obstante, Mancini, en una nota marginal indica Porto Ercole, porque sin duda, en principio, no le pareció lógico este segundo lugar donde le confirmaron que había muerto Caravaggio.
 El barco en cuestión era una falúa o faluca, barco de tamaño mediano muy marinero y apto para transporte de personas y cargamentos.
¿Cuál era el equipaje artístico que llevaba Caravaggio en ese último viaje? Esta es realmente la pregunta más importante y como casi todo lo que rodea a nuestro personaje no tiene una respuesta fácil. Vamos a ver si podemos aclarar algo, o por lo menos dejar de manifiesto aquello que no está claro.
Para empezar digamos, que desde el punto de vista de la herencia artística resulta irrelevante si a Caravaggio lo mataron como venganza, y/o para después quedarse con los cuadros que portaba; o si murió de enfermedad, y después se librara una vergonzosa arrebatiña para quedarse con ellos. La propiedad o tenencia de los cuadros, y quién se los quedara entra dentro de las ambiciones de los hombres, de su vanidad, pero los cuadros estaban ya pintados y ya por Caravaggio no se pintarían más. La importancia radica en que esos datos que versan sobre esa tenencia de los cuadros a través del tiempo, son muy importantes para autenticar la autoría de los mismos.
Baglione y Bellori nada dicen de esos cuadros. Mancini tampoco. Muerto ya Caravaggio, se sabe por una carta del Obispo de Caserta, llamado Deodato Gentile, a Scipione Borghese, (-hubo varias cartas, en concreto cinco, encontradas por el experto V. Pacelli-), que al menos llevaba tres cuadros; dice el Obispo: “he sabido de que no quedan más que tres, los dos de San Juan y la Magdalena”, por la forma de expresarse el Sr. Obispo (“que no quedan más que tres”), y teniendo en cuenta que no se conoce la carta previa de Scipione Borghese a la que el Obispo contestaba, cabe pensar que pudo haber más de tres cuadros. Esta posibilidad es también apuntada por la biógrafa H. Langdon (pág. 452 edición española) al comentar otra carta encontrada y a la que no se ha dado quizá la debida importancia. Se trata de la carta u orden que remite el Virrey de Nápoles, Conde de Lemos, D. Pedro Fernández de Castro, al juez de asuntos militares de la guarnición de Toscana aproximadamente un mes desde la muerte de Caravaggio, y que ha sido un tanto despreciada por algún biógrafo, como  la de un gobernante que no se enteraba de lo que estaba pasando. Me explico: El Conde de Lemos le escribe que está informado de que Caravaggio había muerto en Porto Ercole, y que en su poder ha quedado toda su hacienda, y le ordena que le envíe bien acondicionado, y en particular, un cuadro de San Juan Bautista. En ese momento se estaba reuniendo todo la información posible sobre Caravaggio, todos su enseres, y muy especialmente los cuadros.

El Conde Lemos, D. Pedro Fernández de Castro, que recientemente había tomado posesión como Virrey en Nápoles.

Por tanto, es ciertamente posible que el cargamento  lo constituyeran más de tres cuadros.
Aquí procede hacer una mención a una confusión a la que yo en alguna ocasión no he sido ajeno. Se trata del cuadro “David con la cabeza de Goliat” que se encuentra en la Galería Borghese de Roma. 



En alguna ocasión se ha dicho que ese cuadro era parte del “precio” que Caravaggio tenía que pagar por su perdón, y de algún modo es cierto, pero conviene matizar los tiempos. Algunos expertos dicen que el cuadro debió pintarse sobre el año 1.606 y otros en 1.609-1.610, yo me inclino por esta segunda tesis que es mayoritaria. Efectivamente, Bellori dice que un David con la cabeza de Goliath fue pintado para el Cardenal Scipione Borghese. No hay otro documento aclaratorio por ahora. El David con la cabeza de Goliath pudo haber sido enviado con no mucha anterioridad al viaje de retorno de Caravaggio a Roma, y eso no es una cuestión de romanticismo, puesto que el cuadro es decididamente un acto de contrición del pintor, que como se sabe son actos muy apreciados en la moral católica (dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia). Este cuadro es una manifestación del dolor de los pecados y una petición de clemencia. Cuanto más se mira el cuadro, más se convence uno de que ese joven que sale de un fondo oscuro y lleva la cabeza de Goliath por el pelo,  no es sino la cabeza de Caravaggio, es una petición de perdón. La penitencia de Caravaggio la estaba cumpliendo desde 1.606, fuga, persecución y exilio. Su cuello sentía cercano el filo del hacha. Se alegan razones estilísticas para la datación en 1606, pero precisamente por estas mismas razones Roberto Longhi ya en 1.959 situó el cuadro de Caravaggio hacia el final de su vida. De todos modos, no nos vamos a enfadar por esas cosas, y hay que estar siempre dispuesto a rectificar las tesis si se dan otras evidencias. Hasta tal punto, que cabe también, no sólo la posibilidad que el cuadro viajara por mar con Caravaggio (¿recuerdan? “no quedan más que tres”), sino que leyendo a Shütze, que a su vez se hace eco de otros investigadores, el cuadro pudo haber quedado en Nápoles para ser copiado, y ser enviado a Scipione Borghese incluso con posterioridad a la muerte de Caravaggio, porque aparece un recibo fechado en noviembre de 1.610, (Caravaggio muere en el mes de julio), de un pintor  que había copiado un David con la cabeza de Goliath cuya descripción se acerca a la del cuadro que nos ocupa. Sea como fuere, el cuadro me resulta también especialmente muy interesante por varias razones. Primero, por sus dimensiones: 125 cm x 101 cm, reflejando un aproximado tamaño natural de medio cuerpo que imprime al cuadro sensación de mucha cercanía. El joven David está más oblicuo, pero la cabeza  de Goliath más horizontal, como si Caravaggio nos quisiera dejar bien claro quién era el decapitado (él mismo), el joven sale de una profunda oscuridad, ese pasado oscuro…, casi tanto que el brazo derecho de David que sostiene la espada ejecutora apenas se atisba. En el filo de la espada, con dificultad, puede verse unas letras que ya hace tiempo un experto llamado Marini identificó como “Humilitas occidit superbiam”, es decir que la humildad supera a la soberbia. Por último ¿quién es el joven David? Es posible que fuera Cecco del Caravaggio – léase Francesco Boneri, véase entrada en el blog de fecha 14 de junio de 2.011- ¿Es posible que Cecco acompañara a Caravaggio en Nápoles? Algunos sostienen que sí, incluso en las dos estancias en esa ciudad. Quédense con su cara pues vamos a ver sorprendentes similitudes en otro cuadro que comentaré. En resumen, ya fuera pintado en una fecha u otra, o llegara al Cardenal Scipione Borghese en un momento u otro, el cuadro David con la cabeza de Goliath es, bajo la apariencia de un pasaje bíblico, una expiación personal de Caravaggio, y por múltiples aspectos uno de los cuadros más interesantes y admirados de la obra de Caravaggio.
Antes de seguir comentando sobre otros cuadros avancemos un poco más sobre el infortunado último viaje de Caravaggio, o para ser más exactos el penúltimo, porque el último fue a la desesperada buscando sus cuadros perdidos; pero no nos adelantemos.
¿Estaba enfermo o herido Caravaggio cuando embarcó en aquella falúa? Baglione no dice nada, él se despacha la vida de Caravaggio desde que va a Malta hasta su muerte en un solo párrafo de dieciocho líneas y media;  sin embargo, parece dar a entender de la relectura en conjunto del párrafo, que las heridas producidas en los sucesos de la Osteria del Cerriglio le habían dejado en una precaria situación de salud.
Bellori un poco más explicito, no mucho, pero también más alejado en el tiempo, nos dice al respecto del estado de salud en el que embarca que: “En cuanto le fue posible se embarcó en una falúa (faluca) sufriendo unos terribles dolores para dirigirse a Roma.”  Por tanto, sí pensamos que cuando Caravaggio embarca en la falúa está enfermo, probablemente por heridas o infección derivada del ataque en el Cerriglio, pero incluso creo que además padece otra u otras enfermedades, seguramente anteriores a su estancia napolitana, en concreto el llamado saturnismo por la intoxicación del cuerpo causada por la existencia de plomo en los pigmentos de las pinturas, y que produce anemia, enfermedad que la pudo padecer también Goya.
En junio de 2.010 y en noticia de agencia se informó, y en principio no hay causa para dudarlo,  de que en una investigación dirigida por S. Vincenti sobre los restos encontrados de Caravaggio, y con una certeza al 85%, éste padecía saturnismo, y no sólo eso, al mismo tiempo padecía neurosífilis, que es una variante de la sífilis con efectos que inciden en el cerebro y que van desde el dolor de cabeza y confusión, hasta la parálisis. El cómo esa investigación llegó a esa conclusión para mí es un misterio, porque la sífilis la produce una bacteria, y no sé si queda alguna huella de aquella en los huesos supuestamente encontrados cuatrocientos años después, pero quizá no fuera tan extraño habida cuenta del auge que tomó la enfermedad en el siglo XVII, tanto es así, que se le llamaba en Italia “El mal de Nápoles”, ciudad en la que Caravaggio pasó dos temporadas. También se ha dicho, y es posible, que Caravaggio padeciera de malaria (“febbre maligna” dice Baglione, lo cual en puridad no pasa de ser una mera referencia, no un diagnóstico).
La travesía entre Nápoles y Palo debió durar aproximadamente unos cuatro días, al llegar al puerto de Palo, cercano a Civitavechia, (por cierto ni Baglione ni Bellori indican nada del lugar exacto), entonces algo violento y desagradable ocurre, porque es detenido, se supone que por error, por fuerzas militares españolas. Así Baglione indica que “Llegado que hubo a la playa, fue por error llevado a prisión y encarcelado donde lo retuvieron dos días y después lo liberaron….” El biógrafo Bellori dice: “ Cuando llegó a la costa, le detuvo la guardia española, que le confundió con otro caballero al que esperaban, aunque luego (no dice cuándo) recuperó su libertad…” El lugar se sabe por la carta-informe que remite el Obispo de Caserta al Cardenal Scipione Borghese de fecha 29 de julio de 1.610 en la que le dice “…habiendo llegado en una falúa en la cual iba a Palo, allí fue encarcelado por el Capitán…” Al parecer en Palo había un castillo y puerto militar español, allí la guardia esperaba a alguien que debía detener, y es de pensar que al desembarcar, o quizá al ser interceptada la falúa, Caravaggio, que no era precisamente un diplomático ni un hombre paciente, es muy posible que no ayudará en nada a poner de manifiesto el error sobre la personalidad del caballero que debían detener y que no era él. La mencionada carta del Sr. Obispo entonces emplea una expresión bastante descriptiva de lo que ocurrió en esos momentos “ y la falúa en esa confusión se echó a alta mar…”; esto es, hubo bastante confusión, en la que el patrón del barco probablemente salió de allí tan pronto como pudo, pero, y aquí está el gran problema, salió con el cargamento de cuadros de Caravaggio. El destino de la falúa cuando se echó a la mar era probablemente Porto Ercole y no el regreso a Nápoles como seguramente de forma inexacta indica el Sr.Obispo, porque si no, no se comprende la razón por la que Caravaggio sale de la cárcel dos días después, y su destino es poder llegar a Porto Ercole que está como a unos ochenta kilómetros o más de Palo, en dirección norte, contraria a Roma, y con el indiscutible objetivo de poder recuperar sus cuadros con los que había de presentarse en el Vaticano para agradecimiento y pago por su perdón. Esto hace pensar que quizá en la falúa, Caravaggio no viajaba solo, o que quizá la falúa llevaba cargamento con destino a Porto Ercole u otros puertos, o ambas cosas.
Sería necesario hablar de los cuadros, pero conviene seguir otro paso más en la supuesta historia final de Caravaggio para comprender lo que después sucede con los dichosos cuadros. Este sí que es realmente el último viaje.
 Caravaggio es puesto en libertad según el Obispo de Caserta en Palo y “desembolsando una gran cantidad de dinero” y  “por tierra, y tal vez a pie llegó a Porto Hercole”. Esta afirmación es posible que no fuera exacta al menos en parte, porque si usted sale de la cárcel y sabe que tiene que viajar tantos kilómetros ¿Qué hace? Pues busca un medio de transporte, y el más lógico era por mar, por donde podría ver la falúa; pero si no fuera posible y lo hiciera por tierra, buscaría una caballería, un carro o diligencia, aunque sólo hiciera el camino parcialmente, y el último trecho lo hiciera a pie.
Para los partidarios de las teorías conspirativas todo este relato y sinfín de dudas, no es más que una patraña creada por la carta del Obispo de Caserta, y ratificada por la versión oficial de los biógrafos Baglione y Bellori, pero que en realidad, según ellos, lo que ocurrió es que Caravaggio fue asesinado por los caballeros de Malta o sus sicarios con la motivación de la venganza, y se produjeron las posteriores ambiciones sobre la tenencia de los cuadros. Alguno llega hasta decir que Caravaggio nunca salió de Nápoles, que lo mataron allí –en fin, de todo hay…-.
Sigamos. Caravaggio llega  a Porto Ercole en unas penosas condiciones físicas, y con un sol del mes de julio de justicia. Así Baglione emplea una curiosa expresión para indicar el muchísimo calor que hacía: dice que “sotto la sferza del Sol Leone” (bajo la fusta del Sol León). Y esto trae a colación otra posibilidad sorprendentemente ignorada, esto es la posibilidad real de que Caravaggio estuviera no sólo herido y enfermo, sino que estuviera bajo los efectos de una insolación, que ya de por sí puede producir hasta la muerte, o de un golpe de calor, pues ese mes de julio con el “Sol León”, viaje en falúa incluido, preso en cárcel, y nuevo viaje hasta Porto Ercole son circunstancias más que favorables para ello; y quizá la imagen, acusada de romántica, del Caravaggio en la playa moribundo no estuviera tan alejada de la realidad, (“se puso a recorrer la playa bajo el ardiente sol de verano hasta llegar a Porto Ercole”, dice Bellori, “caldo del sole estiuo” en sus propias palabras. “Al final llegó a un lugar de la playa donde se tumbó con fiebre maligna, y sin ayuda humana, pocos días después murió malamente, como mal había vivido” termina Baglione. Este es el relato final y “homenaje” de despedida que le propinó Baglione. Seguramente desahuciado, fue encontrado tirado, y lo llevaron a la parroquia de San Sebastián de la localidad donde en el hospicio murió, y fue enterrado allí en fosa común sin ninguna mención.
Este último dato de la falta de mención de la muerte de Caravaggio alimenta, una vez más las teorías conspirativas, pues es un hecho que la muerte de Caravaggio no fue inscrita en el libro de fallecimientos de la parroquia de San Sebastián. ¿Por qué no se inscribió? ¿Qué importancia pudo tener esa omisión? No se inscribió porque el párroco, un tal Jacomo di Ventura, que se encontraba de viaje en Roma fue sustituido por un tal Guglielmo, al volver, al parecer el gobernador del lugar un tal Mattia López le “aconsejó” que no lo hiciera, pues sus cuadros podían ser de interés del Virrey o del Rey Felipe III. 

El Rey Felipe III a quien probablemente se intentó agradar con el regalo de alguna/s pinturas de Caravaggio.

Estaba claro que se trataba de evitar, al menos provisionalmente, que se certificara la muerte y que algún  “heredero” pudiera reivindicar los bienes de Caravaggio. Como veremos después “herederos” sobrevenidos aparecerán varios.
Así Caravaggio no consiguió encontrar la falúa, murió, y los cuadros volvieron a Nápoles, y como es lógico el patrón del barco los puso a disposición de la residencia en Chiaia de los Colonna, donde había estado alojado el Caravaggio.
¿Qué cuadros eran esos? Al menos eran tres. Recordemos el Sr. Obispo de Caserta dice “…he sabido que no quedan más que tres, los dos de San Juan y la Magdalena”. De los tres sólo se sabe con certeza donde está uno. Este es el San Juan Bautista que tiene la Galería Borghese de Roma.



Esta  es la obra, y decir que hoy está universalmente aceptada su autoría; sin embargo, dos precisiones, la primera es que este cuadro le llega a Scipione Borghese en Agosto de 1.611, es decir, más de un año después de la muerte de Caravaggio. Ahora volveremos sobre esto. La segunda es que, por error de inventario, el cuadro se atribuyó durante más de un siglo a un caravaggista importante llamado Valentin de Boulogne, (que en su momento merecerá nuestra completa atención en una entrada nueva en el blog), hasta que en 1.909 ya definitivamente se atribuyó a la mano de Caravaggio .
Quisiera hacer notar un par de cosas que me llaman la atención de este cuadro. Fíjense en la cara un tanto melancólica del joven San Juan. Miren ahora la cara del joven del cuadro “David con la cabeza de Goliath” que está más arriba. Miren la oreja derecha del modelo en uno y otro ¿Podría tratarse del mismo joven?¿Qué piensan ustedes? Es más  ¿Podría ser este joven modelo Cecco del Caravaggio –Francesco Boneri- con unos años más que el reflejado en aquél cuadro fantástico llamado “Amor victorioso”? Si no lo han leído por favor echen un vistazo a la entrada de fecha 16 de diciembre de 2.010 ¿Significaría eso que Cecco pudo acompañar a Caravaggio durante esa segunda estancia napolitana? Nos surgen más preguntas, pero de momento lo dejamos ahí.
Otra de la cosas que me parecen dignas de mención es nuevamente la atrevida desnudez casi frontal que nos propone el autor. El modelo casi desnudo dejar ver la cadera derecha y se tapa lo justo su sexo. Para mí, está claro que aquí hay algo más que un tema bíblico, hay una búsqueda de belleza corporal, una expresión erótica.
El autor Roberto Papa en su obra “Caravaggio: Gli ultimi anni”; trae a colación, de forma muy aguda a mi entender, que existe un cuadro, hoy atribuido a un pintor activo en Nápoles, y que sólo nos suena a los que estamos metidos en estas aguas, llamado Paolo Finoglia, cuadro que es de propiedad particular –no dice cuál- que muestra a un San Juan Bautista en el desierto y datado en 1.610, en el que estaría pintado el mismo joven que en el cuadro de Caravaggio. De hecho, hasta 1.979 estuvo atribuido a Caravaggio.

 San Juan Bautista en el desierto por Paolo Finoglia. ¿Podría ser el mismo joven del cuadro San Juan Bautista de Caravaggio?  Y de serlo ¿Podría tratarse de Cecco del Caravaggio?

Volvamos un paso atrás ¿Qué pasó con los tres cuadros que fueron devueltos a Nápoles? Como hemos dicho, suponemos que el patrón de la falúa devolvió el cargamento de vuelta en Nápoles a los Colonna, y más en concreto a Constanza Sforza Colonna, protectora de Caravaggio. ¿Se quedó algún cuadro “por el camino”? No lo sabemos cierto. “No quedan más que tres” decía el Obispo de Caserta, repito. La cantidad de cuadros que con el tiempo han querido atribuirse a la mano de Caravaggio, y que no se sabe ciertamente cuándo, hace que ciertamente esta última época de la vida del pintor sea la más propicia para especular sobre ello, por lo que no parece descabellado pensar que los cuadros del último viaje no fueran sólo tres, pero por el momento esto no se puede demostrar.
Se dice que las noticias vuelan. La muerte de Caravaggio aconteció un 18 de julio de 1.610, el Cardenal Scipione Borghese se entera, y pide rápidamente como hemos dicho un informe al Obispo de Caserta, llamado Deodato Gentile. Este le contesta también rápidamente, la celeridad era muy importante, porque había que localizar los cuadros para que pasaran a posesión del Cardenal Borghese. Así, en una carta fechada el 29 de julio, Gentile le dice a Borghese varias cosas. Primera cosa: le aclara sobre el lugar de la muerte y dice que Caravaggio no murió en Procida, que es una isla relativamente cercana a Nápoles, para luego decir que se dirigía a Palo, pero que murió en Porto Ercole (o Porto Hercole) relatando el asunto ya mencionado de la detención. Segunda cosa: que murió por enfermedad. Tercero que la falúa regresa a Nápoles y entrega “las cosas” a la Marquesa de Caravaggio (Constanza Sforza Colonna). Cuarto: Que sólo quedan tres cuadros,  y que le ha dicho a la marquesa que los custodie para que no se estropeen o acaben en manos de “alguien”, pues estaban apalabrados para el Cardenal, sin perjuicio de que se trataría con herederos y acreedores para darles honesta compensación.
Suponemos, que el Obispo habló con el patrón de la falúa y se comunicó con la Sra. Marquesa, pero al cabo de sólo dos días el Obispo Gentile le escribe otra vez  rápidamente a S. Borghese dado que, la propia marquesa, le ha hecho saber con urgencia que se presentó en su palacio el Prior de Capoa bajo la intervención de algunos ministros regios (¿), todavía no identificados en ese momento, y le confiscó los cuadros, el motivo aducido por tal Prior fue que Caravaggio era miembro de la Orden (de San Juan Bautista, esto es Caballero de la Orden de Malta), y por eso le correspondía hacer el expolio. Claro, esa acción basada en esa razón era tener la cara muy dura, porque Caravaggio había sido expulsado de la Orden de Malta (véase entrada en el blog de fecha 14 de abril de 2.012). La Sra, marquesa tuvo que ceder ante tal exigencia, pero no sin antes dejar bien sentado que ella pensaba que no tenía razón el Prior de Capoa, y que todo “aquello no era más que vanidad”. Constanza tenía razón en ambas cosas. Y en lo de la vanidad especialmente, porque esas personas eran muy religiosas, y tanta ansia sobre los cuadros era evidente que sólo buscaba su tenencia material, muy alejada de la interpretación piadosa que el contenido religioso de los cuadros significaba. El Obispo de Caserta le dice entonces a Borghese que escribirá al Virrey de Nápoles, el Conde de Lemos, para señalarle que los cuadros eran para el Cardenal Borghese y con el objetivo de recuperarlos. El problema alcanzó entonces a las autoridades al máximo nivel de la época, porque en el asunto estuvo ya implicado el Virrey de Nápoles, Conde de Lemos, D. Pedro Fernández de Castro, que había tomado recientemente posesión de su cargo.
A los otros dos cuadros no se les ha podido seguir la pista con certeza, y el “iter” está lleno de conjeturas. Yo tengo dos opiniones a tenor de algunos detalles sucedidos posteriormente. La primera es que el Virrey recuperó por su autoridad todos los enseres que se pudieron reunir de Caravaggio, entre otras cosas quizá para poder satisfacer al Rey Felipe III; segunda, que dichos cuadros fueron copiados por pintores que estaban en Nápoles (probablemente Louis Finson –véase entrada de fecha 14 de junio de 2.011-, o Paolo Finoglia). Esa sería la causa por la que el cuadro de San Juan Bautista que llega a Borghese, le llega bastantes meses después, es decir el tiempo que tardan las negociaciones en producirse y en copiarse el cuadro. La carta-orden del Conde de Lemos para cumplimiento de la guarnición con jurisdicción en Porto Ercole no deja dudas de que el asunto estaba en manos de las autoridades españolas; en resumen, le decía el Virrey al capitán que le remitirían todo lo que tuvieran de Caravaggio, y que lo harían sin réplica, es decir sin poner ningún pero, lo que parece querer salvaguardar la orden de cualquier otra influencia llegada de otro sitio u autoridad, incluida la eclesiástica.
El Obispo de Caserta decía que los tres cuadros deberían ir a las manos del Cardenal Borghese, pero yo creo que esto no era así, eso es lo que decía Borghese. El destino de los cuadros no era exactamente ese. Seguramente uno de los cuadros iba destinado al Cardenal Ferdinando Gonzaga, iniciador de las gestiones para el perdón, porque no es muy lógico pensar que se pretenda pintar dos veces el mismo tema (San Juan Bautista) para regalar al mismo destinatario, es decir a Borghese. Otros opinan que el otro San Juan Bautista era un encargo de Marcantonio Doria. En todo caso, si es, podría ser uno que está en Munich en una colección particular y muestra a un San Juan Bautista con un joven ciertamente muy parecido al modelo del San Juan Bautista de Borghese, pero tumbado y con un espacio bastante grande a su alrededor. Dicho cuadro no está mayoritariamente asumido, a fecha de hoy, como auténtico de Caravaggio por los expertos.


En cuanto al cuadro de María Magdalena y por no repetirlo, nos remitimos a lo dicho en la entrada del blog de fecha 20 de enero 2013, añadiendo únicamente que el gran experto R. Longhi hace muchos años tomó una foto en blanco y negro de una Magdalena en éxtasis de una colección particular de Palermo, y que quizá pueda ser el cuadro auténtico; o quizá no. ¿Pudieron llegar esos dos cuadros originales a España y encontrarse hoy perdidos? No es descabellado pensarlo. Como ven suposiciones y conjeturas siempre con el tema Caravaggio.
Así que Michelangelo Merisi Caravaggio murió y es claro que hubo una disputa por los últimos cuadros que portaba. La primera noticia en Roma se conoce a nivel general por un “avviso” del 28 de julio de 1.610 que haba de Caravaggio como “famoso pintor y excelentísimo en el pintar y reproducir del natural”, por tanto pese a que habían pasado cuatro años de ausencia de Roma, era mucha su fama como pintor. Además añade el citado “avviso” que muere: “a consecuencia de su enfermedad en Porto Ercole”. Sin embargo, por las fechas de sus cartas con el Obispo de Capua, sabemos que Scipione Borghese supo de la muerte desde bastantes días antes. Está claro que Borghese sabía cuándo iba a llegar, y que lo estaban esperando.
No se sabe todo lo que pasó. Todavía hay muchos detalles no conocidos. No se descarta que la tesis general sobre su muerte no fuera realmente la cierta. Sí que es que en su época, y ahora, se considera a Caravaggio como uno de los pocos genios de la pintura. Cinco años después de su muerte en la “Pintura Trionfante” de Giulio Cesare Gigli se escribía en verso estos elogios:
Aquí el gran Michelangel Caravaggio,
El gran protopintor,
Maravilla del arte.
Asombro de la naturaleza.
Si bien objeto de la adversa fortuna.
………

Hasta otra ocasión amigos.
José Luis Cestero Ramos (caravaggismo@gmail.com)